Intersección
Pienso en tí cuando suena en la calle aquella canción de Rafel Orozco, y cuando suena Feid, y Fonseca y cuando pongo esas canciones que curiosamente sé en qué mes y qué año las descargué justamente porque las descargué por tí. Toda mi nostalgia gira en torno a una persona, lo cual nunca imaginé que pasaría en mi vida, nunca imaginé darle ese puesto tan importante a nadie, pero es lo que se consigue cuando alguien se dispone a dar la vida por ti en todos los sentidos que te puedas imaginar, lo menos que puedo hacer es darle el poder irracional de tener control sobre mi mente y mis emociones, aferrarme con fuerza al lamento de aquellos errores que acabaron con aquella parte de ti que se entregó a mí.
En los rincones olvidados del paisaje rural, donde el silencio se entrelaza con el susurro del viento entre los árboles y el crujir de la hierba bajo los pies, se despierta una sensación profunda de melancolía. Los lugares abandonados, con sus estructuras de piedra desgastada y madera que ha visto mejores días, parecen retener memorias suspendidas en el tiempo.

Allí, el tiempo parece detenerse. Cada paso es una reverberación que despierta ecos de días pasados: las risas de niños que jugaban entre las ruinas ahora cubiertas de maleza, los susurros de amores que se desvanecieron junto con las sombras que se alargan al atardecer. La música, cuando emerge de entre los escombros y las telarañas de un viejo tocadiscos, se convierte en un eco lejano que trae consigo las emociones enterradas en el polvo.
Las paredes me gritan, me hacen pensar en cosas que tal vez nunca pasaron, me hacen mirar al suelo porque ya tengo suficiente con sus voces. ¿Será miedo? El típico miedo a la confrontación que tengo desde niño, me cuesta mirar las paredes a los ojos y agradezco no frecuentar este camino tormentoso que me recuerda mis errores, me pone a pensar en tu sufrimiento y en la paciencia de tu corazón con una mente inconsciente ¿Por qué le temo tanto si tengo tu perdon? ¿Por qué diario me pregunto qué habría pasado si te hubiera escuchado? Si al final todo está bien, me llevaste a conocer lo peor y lo mejor de mí, me enseñaste a cambiar el significado de las cosas, a hacer del espacio y el tiempo mi lugar, hoy puedo escuchar con amor la música que escuchaba con dolor.
La nostalgia se teje en cada nota, en cada acorde que flota en el aire tranquilo del campo. Es un sentimiento que se aferra al corazón como las raíces de los árboles antiguos que se aferran a la tierra. La música se convierte en la voz de los recuerdos, en la única conexión tangible con un pasado que se desvanece lentamente bajo el peso del olvido.

En estos lugares, donde la naturaleza reclama lentamente lo que el hombre abandonó, se encuentra una belleza austera que sólo los ojos y los corazones sensibles pueden captar. Es un recordatorio silencioso de la transitoriedad de todas las cosas, donde la quietud se mezcla con la reverencia por lo que fue y la aceptación de lo que ahora es.
Los andenes me llaman, me acompañan a pensarte, si he llegado hasta aquí ha sido gracias a tí y a ellos, que me dan reposo y paciencia, que me dejan ser y me ofrecen su soporte, ellos no me atormentan.

¿A qué le dedicaré mis pensamientos cuando ya no me siente en ellos a pensarte?

¿A dónde irá mi nostalgia?

¿Dónde estaba mi nostalgia antes de estar contigo?
Así, entre los paisajes serenos y los edificios que se desmoronan con gracia, la música y la nostalgia danzan juntas en una sinfonía de emociones entrelazadas. Es un tributo a la belleza efímera y a la capacidad del ser humano para encontrar consuelo y significado incluso en los lugares más solitarios y olvidados del mundo.